Ponta do Seixas es un lugar importante de la
geografía de Brasil, ya que es el punto más oriental de las Américas y por
tanto el más cercano a África, allí se ha erigido un faro y monumento para recordarle
a los viajeros la tierra que están pisando.
Al ser un punto geográficamente importante,
muchos motoviajeros, especialmente brasileños lo han tomado como un desafío,
junto con el resto de los puntos cardinales de América, como son Punta Pariñas
al oeste, Ushuaia al sur (aunque debiese ser Cabo Froward si se considera solo
Sudamérica Continental o Puerto Toro si se consideran los terrenos insulares) y
Punta Gallinas al Norte. Si bien llegar a Ponta do Seixas no es particularmente
difícil, el hecho de haber conectado los cuatro puntos cardinales, supone mucho
tiempo de viaje.
Nosotros ya hemos estado en tres de estos
puntos extremos de Sudamérica, y nuestra ruta nos lleva a Joao Pessoa, lugar
donde se ubica Ponta do Seixas, sin embargo aún debemos recorrer 977 km desde Jericoaqoara
hasta el faro que marca el punto más cercano a África.
La primera jornada recorrimos desde
Jericoaqoara hacia Fortaleza, capital del estado de Ceará, ahí fuimos recibidos
por el motoclub Agnus Dei. Grandes personas que nos recibieron como a viejos
amigos, haciéndonos sentir parte de ellos. En casa de Germana y Gabriel fuimos
testigos del día a día de una familia brasileña, con sus distintas costumbres,
especialmente las comidas. Nos sorprendimos que a diferencia del resto de
Sudamérica, el “ritual” de comer es muy diferente. En lugar de sentarse todos a
la mesa, servir a cada uno su plato y comer todos juntos, cada uno va a la
cocina y se sirve lo que quiera y la cantidad que quiera, luego no se sientan
todos a la mesa, se ubican en cualquier lugar de la casa, que puede ser la
mesa, la cocina o el living, y comen despreocupadamente como si fuese el
picoteo de un cocktail.
En estas comidas no puede faltar la fexoada,
arroz, porotos y carne a la olla. Una costumbre que seguimos viendo en varias
casas en nuestra ruta por Brasil.
En Fortaleza compartimos grandes momentos,
Germana y Gabriel nos invitaron a su “postura de argollas” pues pronto se
casarían, los amigos de Agnus Dei nos invitaron a su sede, a compartir un
Churrasco, y recorrimos junto a ellos las playas de Fortaleza.
Los lazos que formamos con ellos, en tan pocos
días fueron muy potentes, todos nos trataron muy bien, muy cercanos, casi como
de la familia, debido a esto nos despedimos con pocas ganas de continuar, les
tomamos mucho cariño, pero nuestro viaje por Brasil debe continuar, hay muchos
lugares aun que recorrer y la ruta nos lleva a una de las playas más famosas de
Ceará, Canoa Quebrada.
Canoa Quebrada nos sorprendió mucho, resultó
ser una hermosa playa rodeada de riscos rojos, donde el fuerte viento permite
practicar windsurf y parapente. Llegamos por la tarde al pequeño pueblo de
Canoa Quebrada, que nos recibió al atardecer con sus calles repletas de luces y
gente. Es muy turístico, todas sus calles están llenas de tiendas y
restaurantes algo lujosos pero al mismo tiempo con un aire “Hippie” y étnico, esto
nos motiva a quedarnos un día más. Al día siguiente, bajamos a la playa por los
sinuosos corredores que discurren entre los riscos de tierra roja para llegar a
una playa de aguas agitadas que rompen a los pies de una decena de palafitos de
los locales y pubs que se ubican a la orilla de la playa. Por la tarde la marea
sube mucho, tanto que la playa desaparece transformándose en un acantilado
desde donde observamos el sol poniéndose tras los molinos de viento que se ven
en el horizonte.
Cada lugar de Brasil nos ha encantado y
sorprendido, la calidez de la gente es entrañable, y una vez más, nos gustaría
quedarnos más tiempo. Es primera vez durante los dos años de viaje por Sudamérica
que apresuramos un poco el paso, hay temas relacionados con la salud de
nuestras familias que nos motivan en esta oportunidad a ir un poco más rápido
de nuestro ritmo acostumbrado. Así entonces dejamos Canoa Quebrada, la jornada
esta vez será larga pues planeamos llegar a Joao Pessoa, saltándonos Natal,
capital de Río Grande del Norte.
El clima Político en el nordeste brasileño ha
sido complicado durante los últimos meses, y Natal ha sido la ciudad más
afectada, allí la policía se encuentra en paro desde principios de diciembre y
la delincuencia se ha tomado la ciudad, registrándose entre 5 y 10 muerte
diarias. Con este clima tan complejo decidimos no visitar esta vez Natal, y no
exponernos innecesariamente, por lo que continuamos la ruta pasando sin
acercarnos tanto al pueblo.
Llegamos a Joao Pessoa ya bien entrada la
noche, allí nos espera el motoclub Morcegos da Ilha, quienes nos reciben en su
casa club a las afueras de la ciudad. En Brasil es muy común que los moto club
tienen su propia sede, donde se juntan, realizan eventos y albergan viajeros,
con todas las comodidades que podamos necesitar.
Al día siguiente nos dirigimos a Ponta do
Seixas, donde nos sorprendimos con el estado de abandono del faro y monumento
que marca el punto más cercano a África. Con el paso de los años la marea del
océano Atlántico ha comenzado a subir y año tras año ha ido erosionando el
risco donde se levanta el faro, llevándose la contención de la costanera que
antaño pasaba por esa zona. Hoy los vehículos no pueden subir al faro, al que
se llega solo a pie, luego de una corta caminata por la antigua calzada. Una
vez a los pies del faro unas barreras de hormigón nos cierran el paso y desde
allí vemos las olas romper contra el acantilado, continuando así con la erosión
que seguramente en algunas décadas más acabará llevándose el faro también.
Nos fotografiamos en el faro y contemplamos el
horizonte, imaginando lo cerca que estamos de África, y pensando en futuros
viajes, cuando crucemos el Atlántico para visitar las rutas de ese continente,
en algunos años más. Es emocionante darnos cuenta de los lugares que hemos
recorridos, los hitos que hemos visitado, sin haberlo planificado, hemos estado
en los 4 extremos de Sudamérica, los 4 puntos cardinales.
Nuestro recorrido continúa por otras playas de
la zona y llegamos a la Playa Gramame. La vista al bajar a la playa es hermosa,
por un lado el mar y por el otro el río Gramame. Allí paramos a disfrutar la
playa, hasta que una fugaz y repentina tormenta, interrumpió nuestro descanso,
momento en que tuvimos que salir corriendo a protegernos de la fuerte y cálida
lluvia. Cubrimos muestras pertenencias y aprovechamos de meternos al mar,
total, ya estábamos mojados. El agua estaba sorpresivamente fría.
Regresamos a la casa club de Morcegos para
alistar nuestras cosas, al día siguiente la ruta continua hacia Recife, lugar
donde nos espera un muy buen amigo, Tacio, gran moto viajero brasileño a quien
conocimos navegando el Río Amazonas. Haber llegado a Ponta do Seixas y continuar
hacia el sur, hacia Recife, es importante para nosotros, pues ya no podemos ir
más al oriente ni más al norte, lo que nos genera algo de nostalgia pues en
cierto modo, marca el comienzo del regreso a casa, el regreso a Chile.